La Leyenda del tiempo

Si en vez de marciana, hubiese nacido canción, habría sido sin duda la Leyenda del Tiempo de mi Camarón. Así que si pienso en cosas guays que he hecho este año, puedo tachar de tareas pendientes habérmelo tatuado por Blize en Madrid y disfrutar como lo disfruté, esos días en los que Madrid y yo nos reconciliamos. Andar a saltitos cantando a Suite Soprano por el Retiro entre árboles, completamente sóla, es uno de los regalos de este año.

También lo es hacer autoexamen y darme cuenta que evoluciono adecuadamente. Cuando mi máquina sufre un ostión gigante, me aturdo y paso un tiempo (cada vez menor) recalculando ruta. Y vuelvo a empezar o retomo por donde lo dejé antes de apartarme un poco del camino. Entender que la vida hace a su bola, indiferente a mis deseos y mis intenciones, es algo que me hace estar más tranquila. Sólo tengo que dejarle hacer y amoldarme lo mejor que pueda a lo que está escrito para mí.

Mi huida a la playa es inminente. Es raro llamarle huida por qué no corro de nadie, pero si. Es lo que quiero hacer ahora y en lo que estoy trabajando fuerte. Darme cuenta de que mi imperio es lo primero y a lo que he dedicado la mayor parte de mi vida, es algo que me hace inmensamente feliz. También saber que no necesito nada ni nadie, que estoy cómoda en mi piel y en mis entrañas, que he conseguido caerme realmente bien. Y para colmo cuando no lo busco me siento rodeada de personas a las que siempre me gusta escuchar porque aparte de amigos, me enseñan un montón de cosas. No puedo tener cerca a gente a la que no respeto ni admiro, por lo que sea, y tampoco pasa nada. Menuda pijada esa de que te tienes que llevar súper bien con todo el mundo¡¡. Mejor será enfocar todo en las personas que son un SI y dejar de ir perdiendo energía en quien NIDEBROMA.

Mi SOL interior sale casi día, a veces está muy nublado, pero son días sueltos. Así luego la gente me dice “esto no se lo había contado a nadie” pero generar confianza y tranquilidad es algo que ni se elige ni se compra. Ojalá que si alguien me recuerda, sonría. Por nada del mundo querría ser el recuerdo de asco que me inunda cuando pienso en El Ser.

Ver el paso del año en las fotos de Álvaro me transporta a momentos geniales, en los que una vez, nos hemos molestado en hacer Arte y dejar más huella que el plástico, cuando mi cuerpo ya no esté aquí. Pienso mucho menos que antes que no quiero que mi cuerpo siga aquí y es dato importante de adaptación al medio. Oye Darwin tío, te hice caso a maza.

Pintar ropa, pasear buscando flores, en silencio, tomar técon melocotón en mi balcón en mi jarra de calavera leyendo, el ralentí, el campito en que estar sin nadie, el lago con Sonia, pizza y libros, bailar con Olga y Rubén y pedir gintonics compulsivamente, que se me raje la falda de tubo después de comer con Pablo en el Zielo, las cervezas de frambuesa, las aceitunas y las bolsas de papel que Isa ya hace suyas. Comer rosquillas al sol con Marta. A veces sentirme en casa, sea lo que sea eso. Reírme con Álvaro siempre, en la forma y manera que sea, porque todo nos va bien. La playa y su pizza delante. Leer a Lorca en la piscina. Las dos Lolas que han llegado este año. Todas las palabras bordadas. Escribir mi nombre en hilo un número insultante de veces. Ver cambiar de color las moras. El abrazo infinito de ese niño cuando pensaba que ya no se acordaría de mi (me habría quedado allí horas). Comer tranquila en Villamanin y elegir las flores que quería para ellos, y crecerme un montón de ramas de repente, en silencio. Bailar canciones de Mucho muchacho en una rave en medio de la nada. Soñar que el chico que me gusta, estaba completamente enamorado de mí y que yo extrañamente confiaba ciegamente en él. Madres paralelas y el libro dedicado de la Mala. Ir cruzando los puentes cuando se presentan, no antes. Llorar de alegría cuando Maria Jesus me dice que está orgullosa de mí, reconocerla como mi Faro.Vivir con el mínimo Miedo posible. La fábrica abandonada de loza donde sufrí mi primer Stendhal. Las fotos de los camiones con Hafu, fue una tarde realmente genial. La playa de piedras blancas y el tinto de verano.

Yo que siempre fui sirena, enloquecida por mis propios cantos y los silencios de los demás, ahora me siento una verdadera marinera experimentada en Tormentas y Huracanes.

Seguiré disfrutando de lo que más me gusta hacer en el mundo: metamorfosear una prenda como la camiseta de las fotos, y mutarlo en algo completamente diferente a lo esperado, porque eso soy yo, mi persona <nada de lo que se espera, nada visto antes, nada que haya existido antes>.

Una auténtica marciana.

Fotos por Alvaro Ayarza – Abocados

La canción que más tranquila me ha hecho sentir este año es: Guacamayo – Danit Treubig

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